El término
agorafobia significa miedo a los lugares públicos, no miedo a lugares abiertos
como comúnmente se cree, e implica un conjunto específico de fobias. La
agorafobia puede darse con trastorno de pánico o sin él. Son situaciones
típicamente características de este trastorno de ansiedad: estar solo fuera de
casa, estar en lugares concurridos (teatros, restaurantes, centros comerciales,
iglesias), estar en espacios cerrados (ascensores, túneles), viajar en
transporte público (autobuses, trenes, aviones), conducir en autopistas, estar
en un puente, hacer cola (en supermercados, cines), estar sentado en la silla
del dentista o de la peluquería. En definitiva, las situaciones temidas por
estos pacientes comparten dos características comunes y relacionadas: por una
parte, son situaciones que implican limitación de movimiento o posibilidad de
escape; por otra, los agorafóbicos temen el no estar con gente o no encontrarse
en una situación que les proporcione una sensación de seguridad. El grado de
ansiedad que sienten es elevado y procuran evitar, en mayor o menor medida,
enfrentarse a tales situaciones.
Dependiendo
del nivel de gravedad, la agorafobia puede interferir considerablemente en el
funcionamiento familiar, laboral y social del paciente, que en muchos casos ve
restringida y supeditada su movilidad del día a día a situaciones en las que
puede contar con compañía. Incluso hay pacientes que se quedan recluidos en sus
casas.
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