El vídeo promocional de Cristina Díaz que podemos
ver más adelante, tiene detrás una historia personal de superación, adaptación,
resiliencia y recursos ante la adversidad. Es un buen ejemplo de eso que ahora
llamamos reinventarse. Algunas personas se hunden anímicamente cuando por
distintas circunstancias no pueden continuar con la actividad profesional que habían
realizado durante años. No quieren saber nada de la palabra reinvención, pues
la consideran un término de moda que ha surgido a raíz de la crisis económica,
un vocablo que temen escuchar de labios
de sus jefes, ya que puede ir precedido del hecho de formar parte de la lista
del paro si llega ese fatídico día en que el responsable de Recursos Humanos
les llame a su despacho para darles la horrible noticia de que están
despedidos. Con las mejores palabras que sus superiores son capaces de emitir,
les comunican que la empresa debe prescindir de sus servicios por los motivos
que sean, tal y como ocurre en una secuencia de la película “Up in the air”. El
resultado habitual es que estos trabajadores empiezan a recogen sus cosas con
una tremenda sensación de vacío mientras van llenando cajas de objetos
personales, recuerdos, horas de dedicación y a veces de desvelo, buenos y malos ratos
compartido con compañeros…; una trayectoria profesional que no puede quedar
finiquitada de repente.
En casa los días se suceden con
escasas variaciones, hay poco que hacer, que compartir, que decir. Se sigue una
rutina diaria casi idéntica en la que está incluida la búsqueda activa de
empleo: se miran puestos de trabajo en prensa, se buscan distintas bolsas de
empleo para apuntarse a ellas, se mandancurrículos,
se amplían las redes sociales en internet, se toma la iniciativa para mandar
autocandidaturas a distintas empresas del sector donde se ha trabajado durante
años. De vez en cuando se realiza alguna entrevista a la que se acude con una
mezcla de esperanza y nerviosismo. Los días posteriores se espera con ilusión
que llamen para pasar otra criba o que sean los escogidos para ese empleo que
se lleva realizando toda la vida. ¿Pero qué ocurre cuando pasan muchos meses e
incluso años y no se obtiene ningún resultado? Dejando el tema económico a
parte, ya que es obvio los grandes problemas que ocasiona si no se tienen
buenos ahorros, en el plano psicológico la persona se suele resentir bastante:
su autoestima baja, tiene cambios de humor, irascibilidad, apatía, tristeza, aislamiento
social y en muchos casos depresión. Pero, aparte de todo esto, ¿se debería
insistir en seguir buscando el mismo tipo de puesto de trabajo? Cabría
preguntarse si ese sector laboral ha cambiado y esa persona ha adquirido
formación necesaria para ponerse al nivel de dichos cambios, o quizá el mercado
de trabajo ya no tiene demanda en ese campo o ha disminuido considerablemente. A
margen del estado de ánimo, que como ya he mencionado suele ser bastante bajo
pasado un tiempo y que lógicamente empeora la consecución de los objetivos,
habría que hacerse más planteamientos: si se tiene mucha vocación, formación y/o
interés en desempeñar ese tipo de trabajo, probablemente se decida seguir
intentándolo, tal vez hasta se plantee salir de su ciudad o país en busca de más oportunidades, aunque también
sería positivo incorporar otras opciones. Una diálogo interno con uno mismo
aportará ideas nuevas: “antes de dedicarme a mis funciones en mi puesto de trabajo, ¿qué otras profesiones me
gustaban? ¿Qué sueños tenía? ¿Qué me gustaba o qué me gusta actualmente hacer?
¿Qué habilidades, capacidades y aptitudes tengo? ¿Qué formación y recursos
necesito?” Cuando estudiamos de jóvenes, a muchas personas les cuesta elegir
una profesión porque dicha elección significa dejar otras opciones atrás, en
otras sendas que se piensa que ya no se volverán a pisar jamás. Quizá sea el momento
de retomar alguna, ¿por qué no? Sólo tenemos una vida y estamos capacitados para
realizar infinidad de cosas. En otros países la gente no está anclada a un
mismo trabajo de forma permanente como suele pasar en España, sino que tiene
más flexibilidad para cambiar. En los tiempos actuales se intenta potenciar el
autoempleo y las previsiones que hacen los economistas para el futuro van encaminadas en
ese sentido. Seguramente muchos de los que lean este artículo me dirían que han
empleado mucho esfuerzo y dinero en su formación académica como para cambiar
ahora de profesión, que tienen experiencia en ese sector y lo hacen bien. Yo
respondería que efectivamente así será y que no lo dudo, pero si no hay otro
remedio habrá que realizar cambios. ¿Por dónde encaminar los pasos laborales a
estas alturas o a esta edad? Pues eso dependerá los medios que se tengan al
alcance, de las fortalezas, de las aptitudes, el talento, la creatividad que se
posean y se trabajen. Es duro cambiar, cuesta tener esa flexibilidad, esa
actitud positiva para salir de nuestra zona de confort, gestionar los miedos propios que ocasiona emprender un proyecto para que sin bloquearnos nos ayuden a ser prudentes y valorar los riesgos. Nadie dice que
resulte fácil ni que haya garantías de éxito, aunque sí se obtendrá un aprendizaje y experiencias nuevas. A veces
estos giros profesionales no tienen que ser drásticos, otras veces se opta por
que lo sean. Conozco personas a mí alrededor que han cambiado por completo su
profesión: una amiga y compañera de la carrera de psicología, después varios
años de haberse licenciado, se ha propuesto ser abogada. Ya está en 3º de Derecho
y no le es fácil pues tiene marido y un niño a quien atender. Un familiar mío
ha emprendido un negocio persiguiendo y dando forma a una idea que tuvo una
noche. Otros conocidos tras ser despedidos de sus empresas se han establecido
por su cuenta en el mismo sector y les va bien o al menos no les va mal.
Podéis ver y escuchar en el vídeo a la persona con la que
inicié este artículo: Cristina Díaz es psicóloga, colega mía, trabajamos juntas
hace años, nos formamos también juntas para emprender parecidos proyectos, cada
una el nuestro. Cristina desarrolló su labor profesional en distintos ámbitos
de la psicología, entre los que destaco su trabajo con niños y padres.
Realizaba su labor con entusiasmo y vocación, con una sensibilidad especial
para atender a los pequeños y dar respuesta a las inquietudes de los padres.
Cristina es luchadora, resolutiva, tenaz, paciente, perfeccionista, tranquila, metódica,
conciliadora, emprendedora, buena trabajadora. Tiene virtudes como profesional
que admiro, pero como persona aún tiene más. Hace un tiempo los problemas de
visión de Cristina se agravaron y pasó unos largos meses realmente malos, con
serias molestias que le impedían hacer su vida normal, añadiendo a esto la incertidumbre
de no tener un diagnóstico firme y certero. No voy a entrar en detalles que no
vienen al caso. Lo que quiero destacar es que mi amiga y colega ha tenido que
dejar su profesión como psicóloga y enfrentarse con valentía al agravamiento de
sus problemas de visión, pero lejos de quedarse en casa, ha encontrado otra
senda para realizarse, para compartir tu talento y sensibilidad, para seguir en
activo trabajando. Cristina es ahora cantante, compositora y letrista. Ha
desarrollado otras capacidades para reinventarse. Su elección ha sido cantar a
la vida y seguir percibiéndola con entusiasmo. O dejo aquí un enlace a la web
del dúo que ha formado con su compañera pianista, por si os interesan sus
servicios profesionales.