Aquel domingo Laura sentada en un sillón del salón
de su casa conversaba sobre temas triviales con su hermana Silvia mientras sus
sobrinos jugaban en el jardín. Su rostro reflejaba cierta seriedad, por lo que
Silvia le preguntó si le ocurría algo. Dando un pequeño rodeo se decidió a
responder muy sinceramente: le contó que desde hacía meses se sentía mal
psicológicamente, que la tristeza había anidado en ella, que se despertaba con
una sensación de vacío y angustia cada mañana, que los problemas cotidianos se
le hacían un mundo. Silvia la miraba preocupada a la vez que perpleja… ¿Cómo
podía su hermana sentirse así de mal cuando no le faltaba nada? Su marido la
quería, no tenía problemas económicos, su vida parecía ir bien en comparación
con la suya. Sin embargo, ella estaba separada, tenía que trabajar toda la
jornada en unos grandes almacenes para sacar a sus hijos adelante y pagar la
hipoteca de su piso, acababa con las piernas hinchadas de estar de pie tantas
horas, y muchas veces hacía virguerías para llegar a fin de mes. No comprendía
que su hermana se sintiera mal cuando debería ser al revés, y así se lo espetó
en un intento de hacerla reaccionar para que se animara. Laura en ese momento
se avergonzó y su sensación de malestar fue aún mayor por creer que no tenía
motivos de peso ni derecho a estar mal cuando su propia hermana vivía una
situación francamente peor.
“Las heridas que no se ven son las más profundas”. William
Shakespeare
A menudo no se comprende el sufrimiento psicológico
de personas queridas y cercanas a nosotros porque no se ven motivos aparentes
para que se sientan tan mal. Se les intenta animar con frases del tipo: “No te preocupes”
o “Mira fulanito, ése sí tiene motivos para sentirse fatal” o “anímate que eso
no es para tanto”. Pero lo que se consigue en muchas ocasiones es todo lo
contrario a lo que se pretende con buena intención, y es que la persona que
está sufriendo se sienta culpable e incomprendida.
“Lo que nos hace sufrir nunca es una tontería,
puesto que nos hace sufrir”. Amado Nervo
Es bueno y terapéutico que la persona que sufre lo
exprese, que encuentre atención y apoyo en su entorno cercano. No se trata de
que se haga la víctima o le victimicen los demás. Esto lejos de mejorar la
situación en la que se encuentra, lo que logra es empeorarla aún más. Caer en
el pozo de la autocompasión agrava el problema e impide encontrar soluciones,
ya que desde el papel de víctima la persona es incapaz de sobreponerse para
empezar a hacer uso de sus fortalezas y habilidades, a buscar dentro de sí
misma la valentía para alejar miedos enfrentándose a ellos, a ver las
posibilidades de cambio para modificar esas emociones negativas por otras
positivas y adaptativas, a centrarse en todo aquello que puede hacer...
“Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a
que te devore desde el interior”. Frida Kahlo
Con la mejor de las intenciones los familiares y
amigos del que está sufriendo intentan, con sus propios argumentos, que éste
sea capaz de relativizar pero, en la mayoría de ocasiones, no sirve de mucho.
El mundo entero puede tener graves problemas, los niños morir de hambre, las
lluvias torrenciales inundar casas, seres queridos pueden estar atravesando una
mala situación; sin embargo, el sufrimiento que cada uno vive íntimamente no se
alivia solamente pensando en las desgracias ajenas. Incluso intentar animarle
de esta forma puede agravar su malestar por experimentar sentimiento de
culpabilidad y/o porque se sume a su propia
tristeza ya existente la que se sienta por los otros. Es más conveniente
motivarle con ejemplos de personas que lograron salir de una mala situación,
que superaron adversidades, que no tiraron la toalla, que se han adaptado con
el tiempo a aquello que no tiene solución y son capaces de ser felices. De
igual forma, es favorable que recuerde que en el pasado, en algún momento de su
vida, también lo pasó mal, y sin embargo lo superó.
Las causas de sufrimiento psicológico son muchas y
en bastantes ocasiones se debe buscar ayuda profesional, pero siempre será
altamente favorable contar con la comprensión de los seres queridos. Hay
personas que en general les cuesta entender las emociones y comportamientos de
los demás porque no consiguen ver el mundo acercándose, por unos momentos, al
ángulo desde el que el otro se sitúa para mirarlo. Otra dificultad añadida para
comprender el sufrimiento ajeno es que lo que sentimos cada uno de nosotros depende
en gran medida de lo que pensamos y no forzosamente de lo que nos está pasando.
Por esta razón cuando la persona que padece se desahoga contando lo que les
causa malestar, con frecuencia se siente incomprendida, ya que su interlocutor le
puede expresar que bajo su punto de vista, según su forma de pensar, le parece
que se preocupa demasiado por cosas que para él no tienen importancia. Por otro
lado, hay que tener en cuenta que cuando se sufre hay una propensión a exagerar,
a tener ideas distorsionadas que no se corresponden con la realidad,
propiciadas por ese bajo estado de ánimo en el que se está. Sin embargo, cuando
ocurren sucesos que a casi todos nosotros nos producen dolor psicológico,
resulta tremendamente fácil empatizar con esa persona que está viviendo ese
acontecimiento. Por ejemplo, tras una ruptura sentimental, en caso de accidente
o muerte de un amigo o familiar.
Cuando es un ser querido el que está sufriendo se
pretende ayudarle con todo nuestro empeño, aunque muchas veces no se sabe cómo.
En general, ¿qué pueden hacer los familiares y amigos por esa persona que lo
está pasando mal?:
● El hecho de escuchar sin juzgar y tratando de
comprender cómo se siente, ya es una forma de ayudarle. A la vez, intentar que
no se recree en sus problemas y lo que le causa malestar.
● No permitir que se aísle de sus relaciones
sociales, por lo que conviene acompañarle físicamente aunque sea en silencio si
no quiere conversar.
● Motivarle e ilusionarle con planes, proyectos,
viajes, etc.
● Tenderle una mano, que sepa que las personas que
le quieren están ahí cuando las necesite.
● Tener gestos de cariño con ella como besos y
abrazos.
● Con tacto y respeto, darle nuestras opiniones y
puntos de vista cuando nos la pida, siempre y cuando no se cree una dependencia
en el sentido que necesite nuestra aprobación continua.
● Tratando que se sienta útil. Por ejemplo, con
frecuencia la implicación activa en la ayuda de otras personas hace que no se
centre en sus problemas, minimizándolos y relativizándolos por cuenta propia,
no porque alguien se lo indique bajo su punto de vista o con sus argumentos.
El sufrimiento psicológico es variado y puede
ocurrir por múltiples motivos, por lo que si persiste, prolongándose en el
tiempo y/o aumentando en intensidad, lo aconsejable es visitar a un profesional
para que tratemos a quien está padeciendo, aparte del apoyo que le pueden
brindar sus seres querido.
Ana de
Mingo